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6 de enero de 2016

GABRIEL Y GALAN: CENTENARIO DE SU POESÍA


   GABRIEL Y GALÁN .SALAMANCA                                                                    


Gabriel y Galán fue un hombre sencillo, amante del campo, apretado
 contra la tierra, ancho, ancho como una madre, un ecologista cuando
esta palabra no se conocía, un poeta enorme, grandioso, costumbrista,
 local y con unas raíces profundamente cristianas.
De todos es sabido que el poeta era salmantino de Frades de la Sierra,
con ascendencia extremeña aportada por su abuelo materno, médico-ciru
jano, natural de Coria. Su familia, acomodada, se dedicaba a las tareas
agrícolas.
Don Claudio Gómez , su maestro en el pueblo, logra convencer a su padre
para que el joven muso se dedicara a estudiar. El patriarca de la familia se
resiste pero el maestro insiste y con gran ilusión comienza a estudiar, cursan
do la carrera de magisterio en Salamanca y Madrid, con un gran expediente
 académico. Gana por oposición las escuelas de Guijuelo y Piedrahita, que
 desempeñó durante tres y siete años, respectivamente (1889-1898 ).
Estando en Piedrahita contrajo matrimonio con una joven de Granadilla,
 Desideria , que vivía desde temprana edad en Guijo de Granadilla, con
 unos tíos ya mayores, sin hijos y dueños de una rica hacienda. Se casaron
en Plasencia el 26 de enero de 1898, regresando luego a Piedrahita, aunque
 ya por poco tiempo, porque en noviembre de ese año se trasladan definitiva
mente al Guijo, dedicándose él a los asuntos agrícolas de su tío Juan Anto
nio
 Rivero (su mujer, Natalia , era a su vez tía de Desideria).
Su pasión por escribir le viene de lejos, ya que hacia los doce años de edad
 escribe dos composiciones de un alto nivel literario: La aristocracia de mi lu
gar , donde pone en dicho a personajes que se dedican a la política y El ma
nifiesto electoral , donde ridiculiza a los caciques de su pueblo.
Sus primeras publicaciones aparecieron en periódicos de Avila, Salamanca y
 Madrid. Pero su reconocimiento en los círculos culturales lo logra con El Cris
tu benditu , del que Unamuno fue un gran propagador. Con El Ama gana la
 flor natural en los juegos florales de Salamanca de 1901. Todo el mundo le
 conoce. Gana premiosen Béjar, Lugo, Zaragoza, Murcia y Buenos Aires. Es
cribe tres libros de poesía Castellanas (1902), Extremeñas (1903) y Campe
sinas (1904).
El poeta se vacía de palabras, llegando al trillo de las eras, a la chistera de
 los chozos, perfuma las vaquerías, habla en las bodegas, penetra en la ma
jada de los pastores y en sus noches larguísimas, en el yunque de la siega
. Se escucha el recitar de nuestros mayores a la luz mortecina del candil. Ha
bía entrado en el corazón de los enamorados, avivando el fuego en las lan
chas graníticas. Con los avíos, el sacho el liendro, la segureja, el bochi, ..., va
 a dar entrada y voz en la cultura a aquellos  que nunca la tuvieron y con los
 que se identificaba plenamente.
Cada 6 de enero, a las 13 horas, desde 1925 viene celebrándose en Cáceres,
ante la estatua del poeta, en la cabecera del paseo de Cánovas, uno de los ac
tos literarios con más solera de todo el territorio español. Es un acto libre, no poli
tizado, afortunada
mente, las gentes, en un turno establecido, recita poemas, se emociona, habla,
 enaltece al poeta del Guijo... Joaquín García Plata tomó el relevo a Valeriano 
Gutiérrez en la coordinación del acto.
Desde hace 7 años, organizado por el que suscribe, se entregan los premios
 Escolaresen los jardines de Cánovas . Premio: Gabriel y Galán, el concurso tiene
 una participación altísima, este año han concursado 1.418 poemas, otorgándose
 doce primeros premios
. Los escolares premiados leen sus poemas ante la estatua, la prensa, la televisión
... se
 sienten importantes.
Amigos lectores, queridos extremeños... esto es poesía. Señol jues/ pasi usté mas
 alanti/ y que entrin tos esos/ No le dé a usté ansia/ no le dé a usté mieo.../ (... ) ¡Pe
ro a vel, señol jues: cuidaíto si alguno de ésos/ es osao de tocali a esa cama/ ondi 
ella s!ha muerto:/ la camita ondi yo la he querío/ cuando dambos estábamos güenos
;/ la camita ondi yo la he cuidiau,/ la camita ondi estuvo su cuerpo/ cuatro mesis vivo/
 y una nochi muerto .
"Acerba seamper et inmatura mors eorum qui inmortale a liquid parant": "siempre re
sulta amarga y prematura la muerte de quienes preparan algo inmortal". Hoy, cien años
 de aquella muerte tan temprana, murió con 34 años, desde el cementerio del Guijo
, su poesía se abre hacia la sierra de Segura de Toro y al mundo entero. En este año
 de centenarios en el que El Quijote obliga, yo leo y releo a Galán para sentir mis orí
genes, para emo
cionarme. Sus versos vinieron y se quedaron.
*Cantautor  

                            























UNO DE LOS POEMAS DE GABRIEL Y GALÁN
                         









EL AMA
Yo aprendí en el hogar en qué se funda
la dicha más perfecta,
y para hacerla mía
quise yo ser como mi padre era
y busqué una mujer como mi madre
entre las hijas de mi hidalga tierra.
Y fui como mi padre, y fue mi esposa
viviente imagen de la madre muerta.
¡Un milagro de Dios, que ver me hizo
otra mujer como la santa aquella!

Compartían mis únicos amores
la amante compañera,
la patria idolatrada,
la casa solariega,
con la heredada historia,
con la heredada hacienda.
¡Qué buena era la esposa
y qué feraz la tierra!

¡Qué alegre era mi casa
y qué sana mi hacienda,
y con qué solidez estaba unida
la tradición de la honradez a ellas!

Una sencilla labradora, humilde,
hija de oscura castellana aldea;
una mujer trabajadora, honrada,
cristiana, amable, cariñosa y seria,
trocó mi casa en adorable idilio
que no pudo soñar ningún poeta.

¡Oh, cómo se suaviza
el penoso trajín de las faenas
cuando hay amor en casa
y con él mucho pan se amasa en ella
para los pobres que a su sombra viven,
para los pobres que por ella bregan!
¡Y cuánto lo agradecen, sin decirlo,
y cuánto por la casa se interesan,
y cómo ellos la cuidan,
y cómo Dios la aumenta!
Todo lo pudo la mujer cristiana,
logrólo todo la mujer discreta.

La vida en la alquería
giraba en torno a ella
pacífica y amable,
monótona y serena...

¡Y cómo la alegría y el trabajo
donde está la virtud se compenetran!

Lavando en el regato cristalino
cantaban las mozuelas,
y cantaba en los valles el vaquero,
y cantaban los mozos en las tierras,
y el aguador camino de la fuente,
y el cabrerillo en la pelada cuesta...
¡Y yo también cantaba,
que ella y el campo hiciéronme poeta!

Cantaba el equilibrio
de aquel alma serena
como los anchos cielos,
como los campos de mi amada tierra;
y cantaba también aquellos campos,
los de las pardas, onduladas cuestas,
los de los mares de enceradas mieses,
los de las mudas perspectivas serias,
los de las castas soledades hondas,
los de las grises lontananzas muertas...

El alma se empapaba
en la solemne clásica grandeza
que llenaba los ámbitos abiertos
del cielo y de la tierra.

¡Qué placido el ambiente,
qué tranquilo el paisaje, qué serena
la atmósfera azulada se extendía
por sobre el haz de la llanura inmensa!

La brisa de la tarde
meneaba, amorosa, la alameda,
los zarzales floridos del cercado,
los guindos de la vega,
las mieses de la hoja,
la copa verde de la encina vieja...
¡Monorrítmica música del llano,
qué grato tu sonar, qué dulce era!

La gaita del pastor en la colina
lloraba las tonadas de la tierra,
cargadas de dulzuras,
cargadas de monótonas tristezas,
y dentro del sentido
caían las cadencias
como doradas gotas
de dulce miel que del panal fluyeran.

La vida era solemne;
puro y sereno el pensamiento era;
sosegado el sentir, como las brisas;
mudo y fuerte el amor, mansas las penas
austeros los placeres,
raigadas las creencias,
sabroso el pan, reparador el sueño,
fácil el bien y pura la conciencia.

¡Qué deseos el alma
tenía de ser buena,
y cómo se llenaba de ternura
cuando Dios le decía que lo era!

II

Pero bien se conoce
que ya no vive ella;
el corazón, la vida de la casa
que alegraba el trajín de las tareas,
la mano bienhechora
que con las sales de enseñanzas buenas
amasó tanto pan para los pobres
que regaban, sudando, nuestra hacienda.

¡La vida en la alquería
se tiñó para siempre de tristeza!

Ya no alegran los mozos la besana
con las dulces tonadas de la tierra,
que al paso perezoso de las yuntas
ajustaban sus lánguidas cadencias.

Mudos de casa salen,
mudos pasan el día en sus faenas,
tristes y mudos vuelven;
y sin decirse una palabra cenan;
que está el aire de casa
cargado de tristeza
y palabras y ruidos importunan
la rumia sosegada de las penas.

Y rezamos, reunidos, el Rosario,
sin decirnos por quién..., pero es por ella.
Que aunque ya no su voz a orar nos llama,
su recuerdo querido nos congrega,
y nos pone el Rosario entre los dedos
y las santas plegarias en la lengua.

¡Qué días y qué noches!
¡Con cuánta lentitud las horas ruedan
por encima del alma que está sola
llorando en las tinieblas!

Las sales de mis lágrimas amargan
el pan que me alimenta;
me cansa el movimiento,
me pesan las faenas,
la casa me entristece
y he perdido el cariño de la hacienda.

¡Qué me importan los bienes
si he perdido mi dulce compañera!

¡Qué compasión me tienen mis criados
que ayer me vieron con el alma llena
de alegrías sin fin que rebosaban
y suyas también eran!

Hasta el hosco pastor de mis ganados,
que ha medido la hondura de mi pena,
si llego a su majada
baja los ojos y ni hablar quisiera;
y dice al despedirme: «Ánimo, amo;
haiga mucho valor y haiga pacencia...»

Y le tiembla la voz cuando lo dice,
y se enjuga una lágrima sincera,
que en la manga de la áspera zamarra
temblando se le queda...

¡Me ahogan estas cosas,
me matan de dolor estas escenas!

¡Que me anime, pretende, y él no sabe
que de su choza en la techumbre negra
le he visto yo escondida
la dulce gaita aquella
que cargaba el sentido de dulzuras
y llenaba los aires de cadencias!...
¿Por qué ya no la toca?
¿Por qué los campos su tañer no alegra?

Y el atrevido vaquerillo sano
que amaba a una mozuela
de aquellas que trajinan en la casa,
¿por qué no ha vuelto a verla?
¿Por qué no canta en los tranquilos valles?
¿Por qué no silba con la misma fuerza?
¿Por qué no quiere restallar la honda?
¿Por qué esta muda la habladora lengua,
que al amo le contaba sus sentires
cuando el amo le daba su licencia?

«¡El ama era una santa!...»,
me dicen todos, cuando me hablan de ella.

«¡Santa, santa!», me ha dicho
el viejo señor cura de la aldea,
aquel que le pedía
las limosnas secretas
que de tantos hogares ahuyentaban
las hambres, y los fríos, y las penas.

¡Por eso los mendigos
que llegan a mi puerta
llorando se descubren
y un padrenuestro por el ama rezan!

El velo del dolor me ha oscurecido
la luz de la belleza.
Ya no saben hundirse mis pupilas
en la visión serena
de los espacios hondos,
puros y azules, de extensión inmensa.

Ya no sé traducir la poesía,
ni del alma en la médula me entra
la intensa melodía del silencio
que en la llanura quieta
parece que descansa,
parece que se acuesta.

Será puro el ambiente, como antes,
y la atmósfera azul será serena,
y la brisa amorosa
moverá con sus alas la alameda,
los zarzales floridos,
los guindos de la vega,
las mieses de la hoja,
la copa verde de la encina vieja...

Y mugirán los tristes becerrillos,
lamentando el destete, en la pradera,
y la de alegres recentales dulces,
tropa gentil, escalará la cuesta
balando plañideros
al pie de las dulcísimas ovejas;
y cantará en el monte la abubilla
y en los aires la alondra mañanera
seguirá derritiéndose en gorjeos,
musical filigrana de su lengua...

Y la vida solemne de los mundos
seguirá su carrera
monótona, inmutable,
magnífica, serena...

Mas ¿qué me importa todo,
si el vivir de los mundos no me alegra,
ni el ambiente me baña en bienestares,
ni las brisas a música me suenan,
ni el cantar de los pájaros del monte
estimulan mi lengua,
ni me mueve a ambición la perspectiva
de la abundante próxima cosecha,
ni el vigor de mis bueyes me envanece,
ni el paso del caballo me recrea,
ni me embriaga el olor de las majadas,
ni con vértigos dulces me deleitan
el perfume del heno que madura
y el perfume del trigo que se encera?

Resbala sobre mí sin agitarme
la dulce poesía en que se impregnan
la llanura sin fin, toda quietudes,
y el magnífico cielo, todo estrellas.

Y ya mover no pueden
mi alma de poeta,
ni las de mayo auroras nacarinas
con húmedos vapores en las vegas,
con cánticos de alondra y con efluvios
de rocïadas frescas,
ni éstos de otoño atardeceres dulces
de manso resbalar, pura tristeza
de la luz que se muere
y el paisaje borroso que se queja...,
ni las noches románticas de julio,
magníficas, espléndidas,
cargadas de silencios rumorosos
y de sanos perfumes de las eras;
noches para el amor, para la rumia
de las grandes ideas,
que a la cumbre al llegar de las alturas
se hermanan y se besan...

¡Cómo tendré yo el alma,
que resbala sobre ella
la dulce poesía de mis campos
como el agua resbala por la piedra!

Vuestra paz era imagen de mi vida,
¡oh, campos de mi tierra!
Pero la vida se me puso triste
y su imagen de ahora ya no es ésa:
en mi casa, es el frío de mi alcoba,
es el llanto vertido en sus tinieblas;
en el campo, es el árido camino
del barbecho sin fin que amarillea.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

Pero yo ya sé hablar como mi madre,
y digo como ella
cuando la vida se le puso triste:
«¡Dios lo ha querido así! ¡Bendito sea!»

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